ACUCHILLAD+S

Acción de urgencia, creada en noviembre de 2013 contra la existencia de la valla de Melilla y la instalación de cuchillas llamadas concertinas, que tiene su primera aparición en Granada en la sala Planta Baja, en medio de una fiesta como reflexión e interrupción de la misma. Vuelve a aparecer el 9 de abril de 2014 en Re-mapping Europe, en el 16 Festival ZEMOS98, Sevilla, donde Miguel refuerza con la proyección de mapas históricos de África, como hizo en la acción Front eras, una visión de la colonización africana y las políticas neocoloniales-neoliberales por parte de Occidente causantes de la desestructuración que provoca el éxodo de miles de personas: en sus palabras, «no se van porque haya violencia, sino que hay violencia para que se vayan». La acción, atravesada por discursos de género, aparece de nuevo en La noche del apagón, proyecto comisariado por Paul B. Preciado e Isaías Griñolo, en el Museu d’Art Contemporani de Barcelona (MACBA), en 2014.

Miguel Benlloch, Acuchillad+s, 2014, Centro de las Artes de Sevilla (caS)
Vídeo-documento de la acción, 24 min. 06 seg.
Vídeo: Óscar Clemente, Lucas Tello, José Luis Tirado

El traje de espejos que viste remite a la primera acción en la que aborda el tema de la emigración: Ósmosis.

AcuCHILLAd+s 

AcuCHILLAd+s es una  acción de urgencia realizada en noviembre de 2013 contra la existencia de la valla de Melilla y la instalación de cuchillas en la misma para provocar un mayor sufrimiento a los emigrantes que intentan cruzarla; en su mayoría, han atravesado el desierto del Sahara donde son víctimas de las mafias y de las duras condiciones de su viaje, circunstancias en las que ponen en juego su propia vida. El cercamiento de sus riquezas arrebatadas se replica en las cercas creadas por la barbarie del capital.

AcuCHILLAd+s es un trabajo en proceso, que tuvo su primera aparición en Granada en la sala Planta Baja en medio de una fiesta como reflexión e interrupción de la misma, en donde se refuerza una visión de la colonización africana y las políticas neocoloniales/neoliberales causantes de la desestructuración que  provoca el éxodo de miles de personas.

I

Hablar de desplazamientos masivos y forzados es hablar de violencia. Ahora que empresas multinacionales y estados desarrollados y emergentes se lanzan a la carrera de acaparar tierras, mediante compras o arrendamientos a larguísimo plazo de millones de las hectáreas más fértiles de África, Asia y América Latina; ahora que se amplía -en el marco de las previsiones de agotamiento de algunas de las principales fuentes de energía- el cultivo de agro-combustibles y la construcción de grandes infraestructuras de transporte y de producción energética; ahora se hace necesario vaciar esos territorios de las comunidades -indígenas, campesinas, negras- que los habitan. Y en muchas ocasiones se logra mediante el ejercicio de la violencia: las personas no se van porque haya violencia, sino que hay violencia para que se vayan.

II

El incremento espectacular de los alimentos es otra forma de violencia a gran escala. La modernización de la agricultura a través de los planes de ajuste estructural impuestos a las economías de más de noventa países desde los años 80 del siglo XX, y la multiplicación de la actividad especulativa en torno a los alimentos y la irrupción de la producción de agro-combustibles –pan para los coches y hambre para los pobres– secombinan como factores desencadenantes de este incremento trágico de los precios. Este proceso alienta además el acaparamiento de tierras, dinámica que a la vez retroalimenta este modelo de agricultura.

III

Y, a pesar de todo, los pequeños campesinos y campesinas producen aún más de dos tercios de los alimentos del planeta. En África la gran mayoría de las pequeñas plantaciones son cultivadas por mujeres. Desde el periodo colonial se ha venido produciendo una conexión entre su trabajo -invisible- en la producción de autosubsistencia -además de en otras tareas imprescindibles para la reproducción de las comunidades- y los beneficios de los cultivos comerciales y las explotaciones mineras. Los colonizadores se aprovechan de este trabajo femenino no remunerado para pagar sueldos miserables a los hombres en plantaciones y minas, puesto que podían contar con que se alimentarían a través de la producción de comunidades. Capitalismo y patriarcado se entrelazan aún más mientras se degradan las condiciones de vida de las poblaciones.

Miguel Benlloch, 2013

Miguel Benlloch, Acuchillad+s, 2014, Centro de las Artes de Sevilla (caS)
Fotos: Julio Albarrán (ZEMOS98)

Miguel Benlloch, Acuchillad+s, 2013, Sala Planta Baja, Granada
Vídeo-documento de la acción, 14 min. 13 seg.
Vídeo: Patricia Garzón

Miguel Benlloch, Acuchillad+s, 2013, Sala Planta Baja, Granada
Fotogramas del vídeo

Acuchillad+s, vídeo proyectado en la acción, 5 min. 43 seg.
Vídeo: Miguel Benlloch, Hugo Carretero, Isaías Griñolo

Mapas de África, vídeo proyectado en la acción, 8 min. 30 seg.
Vídeo: Benito Jiménez

Acuchillad+s, audio del vídeo proyectado en la acción, 37 seg.
Sonido: Afilador Ezequiel

Miguel Benlloch, vídeo, ensayo de la acción, 1 min. 24 seg. 

Folleto La noche del apagón, 2014
Ver documento en Archive.org

Post en ZEMOS98 sobre la acción Acuchillad+s 

El ritual comenzaría con la melodía, familiar y lejana, de un “afilaor”. Los cuchillos y el fuego estaban dispuestos. Todos acudimos despacio y en silencio, cuando entre nosotros aparecería él, cargando con un “cuerpo-víctima” dispuesta para el sacrificio. La solemnidad de la sala sobrecogía en una atmósfera inquietante, donde la suavidad y la violencia se entrelazaron para contarnos algo.

Las acciones de Miguel Belloch son únicas en su capacidad para proyectar y concentrar nuestra atención, sólo con gestos y movimientos cargados de poesía nos habla con crudeza de ciertos temas sociales. Aquí se trataba de una acción de urgencia ante las atrocidades que se están cometiendo contra aquellas personas que intentan saltar la valla de Melilla, en un intento desesperado de mejorar sus vidas. Concretamente la intención es protestar contra las cuchillas instaladas en la valla, que cortan y hacen más daño a lxs que intentan pasar la frontera de manera ilegal. En línea con los temas que se están tratando estos días en la presente edición del Festival ZEMOS98, Miguel propone señalar hacia ese punto del conflicto sobre lxs migrantes, pero hacerlo a través de una acción. La cosa se pone seria, cuando el activismo y la práctica artística se dan la mano sube la intensidad del discurso y la reflexión se adentra en territorios menos transitados.

Muchas veces vemos por televisión el tema de las cuchillas en las vallas de Melilla, pero ahí no nos dejan ni el espacio y ni el tiempo suficientes para pararnos a pensar. El tratamiento del tema aquí es completamente diferente, no sólo por aportar una perspectiva no manipulada por los grandes medios de comunicación, sino por además ofrecernos otro acercamiento, más sensible, más pausado, reconfigurando nuestra visión del problema. La acción propuesta es una reelaboración de otra anterior realizada en Granada, siguiendo así con el modo de trabajo que generalmente prefiere este artista: actuar sólo cuando se lo piden, de manera puntual, y reciclando elementos de otras acciones que ha ido realizando. Podríamos decir que esa remezcla es clave para entender el lenguaje y la personalidad de Miguel. Su propia vida, sus “ropas” y las vivencias, afectos y simbologías asociadas a ellas, continuamente van apareciendo en las diversas acciones formando un todo orgánico, siempre en proceso y preparado para activarse si es necesario.

La máxima de “lo personal es político” en él cobra todo su sentido. La elección de cada prenda para configurar cada acción es parte de la pieza, se ritualiza la vida: ficción y realidad danzan para expresar un mensaje. La ropa es el elemento central de su trabajo, que utiliza para plantear los temas que son de su interés, sobre todo en relación con la identidad, ya sea vinculada a clases sociales o al género. Una de las cosas que más me sorprendieron dentro de esta acción fue, precisamente, la habilidad de Miguel para hacer confluir en un mismo lugar un asunto como el de la frontera de Melilla con elementos del discurso queer. Si consigue mezclar con tanta naturalidad temas aparentemente distantes es gracias a su manera de entender y manejar el arte: con sinceridad desde su experiencia de vida e integrando sin prejuicios todo aquello que él considera importante para cada ocasión, las disonancias son su belleza.

Una vez realizado el striptease, despojándose de los diferentes personajes, comienza la danza oscilatoria de los cuchillos, que apunta a diferentes direcciones como una veleta y nos interpela con agresividad. Los cuchillos caen al suelo, como tanto nos gustaría que hicieran las cuchillas de las vallas. La sala, que estaba llena del verde y el rojo de África, se oscurece para dar paso al “traje de espejos”. Un traje al que le rodea toda una mitología dentro de la obra/vida de Miguel Belloch y que aquí reaparece para recordarnos el frío metal que corta. Mientras se pone el traje, en otro ritual, vemos un vídeo proyectado en la pared que introduce las palabras, hasta ahora ausentes, dentro de la performance. Imágenes que pronuncian la protesta y textos que argumentan la denuncia.

Una vez vestido, el efecto de “bola de discoteca” creado en la sala fue realmente insólito, generando una multitud de puntos de luz en movimiento que sugerían nuevas ideas acordes con la temática. La cualidad poética de cada gesto, de cada prenda y cada objeto, nos mantuvo embelesados todo el tiempo, guiados por un maestro de ceremonias que domina a la perfección su oficio. Vestir y desvestirse de manera que construyes y deconstruyes una idea o una identidad para poder analizarlas, desmenuzarlas y luego remezclarlas. Un juego en el que pensar haciendo (y sintiendo).

Y se hizo la luz, otro de los símbolos más recurrentes en las acciones de Miguel Benlloch. La luz, o el fuego, que alumbra pero que también deslumbra y puede llegar a quemarte. Aquí apareció a través de una lámpara que era fuertemente agitada con una cuerda en círculos sobre su cabeza. La amenaza se hacía también presente, manteniéndonos a los que allí estábamos hipnotizados como palomitas que giran alrededor de una luz, a riego de morir quemadas. La idea de ráfagas de luz que llegan desde un faro también iba y venía a nuestras cabezas, haciéndonos sentir ese miedo que muchxs sienten cuando están atrapados en el oleaje queriendo cruzar el estrecho.

Un fuego, quizá purificador, aparece en la pantalla para terminar la acción. Con la misma sobriedad que había comenzado, Miguel, ahora vestido con una túnica, sale por una puerta dejándonos tan callados como llenos de palabras: el grito que más suena es el que, entre tanto ruido, se hace en silencio.

Susana Serrano, 2014




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